Volver… Un Canto Inmortal
Por Oscar Adrian Gómez, Director de la Corporación Palegriaz.
Por Oscar Adrian Gómez, Director de la Corporación Palegriaz.
Habito en la música y ella en mí. En este instante narrativo, con la practicidad del título de un himno inmortal del Tango, aparece Gardel. Volver, es una canción que no habla de resignación, de un salto al pasado o un retroceso. Trata de la lucidez de que el tiempo nunca se detiene. Todo se extingue en un instante; y también en un instante vuelve a existir. Volver, para mi ahora, es reaparecer renacido. Significa decir con firmeza que sigo aquí.
Hubo un momento en que se ordenó silencio. Una voz sin nombre y cobarde se pronunció desde un comunicado que pretendió convertirse en frontera. Como si la vida, la palabra, la acción y el saber, pudieran detenerse por el dictado de una sola interpretación. Hay cosas que no obedecen a un simple comunicado. Está la dignidad, el amor y la justicia. Virtudes enraizadas en el alma que jamás se detendrán. La historia humana —como la canción— es una sucesión de retornos. No porque no aprendamos, sino porque la verdad vuelve con otra forma, otro lenguaje, otra piel. Vemos lo que estaba oculto y entendemos lo que ayer era un misterio. Lo que pretendo ser y hacer con Palegriaz, no se enmarca en el acceso a un mercado de servicios. Es la síntesis de años de escuchar a la humanidad, de hacer con las manos y con el alma. No se detiene por voluntad ajena, porque nacieron del dolor, del compromiso, de una herida convertida en herramienta.
Cuando me pareció que todo se apagaba, el tiempo —que no se equivoca— abrió paso al segundo acto. Tal vez como venganza, revancha… justicia. Es la forma en que el sentido reaparece con más fuerza. Volver es el acto de justicia del alma. Es la manera en que el amor por lo humano se niega a desaparecer. El tiempo no fue tanto como para que las nieves del tiempo platearan mi sien, pero si ampliaron y avivaron el fuego de mis consciencias. La pasión por transformar, por enseñar, por construir desde abajo, con quienes nunca fueron escuchados, no se apaga con tinta ni con sellos burocráticos cargados de ignorancia. No hay reforma válida ni discurso coherente en el sector salud, si se excluye a quienes crean y aportan en virtud de su misión. No hay participación posible si se delimita con el miedo, si se dibuja en el papel pero se borra en la práctica. El derecho a participar no se concede, se ejerce.
Somos parte de un ciclo que no termina. Como el poema que se pronuncia bajo tierra hasta brotar. Como el canto que se repite entre generaciones. Volver, con la frente marchita tal vez, pero con la mirada intacta, con la memoria limpia, con la certeza de que lo que sembramos no puede quedar sin cosecha. La historia juzgará con el tiempo lo que el momento no comprendió. Mientras tanto, seguimos haciendo. Porque incluso en la piedra, hay grietas por donde se filtra la vida. Puede a veces parecernos que veinte años - o 28 días- no es nada. Sin embargo, un día sin justicia es eterno para el que sufre. Por eso la única derrota es dejar de amar lo que hacemos. Dejar de intentar una y otra vez cumplir nuestros sueños. Y eso, no ocurrirá jamás.